jueves, 26 de abril de 2012

La foto que le debía.


Mañana cumple cuatro meses, ¡caray, qué mayor...! Y todavía no había traído por aquí su carita redonda, esa en la que resaltan los ojazos negros, heredados de su madre. Allá por el 27 de diciembre, el día que vino al mundo, dejé caer una estampa de sus manos, acompañadas por la de su padre y su abuela, pero sentía que le debía algo. Los que venís por aquí me conocéis bien, sabéis que soy el tío más orgulloso del mundo, no hay otro. Pronto, el padrino más afortunado, jamás habrá otro con mayor suerte. Quién si no lo va a decir, ¿verdad? 

Pero es que al verla cada vez un poquito más grande, más despierta, más personita, a uno se le cae la baba. No tanto como a papá y mamá, que no tienen ojos más que para ella, pero casi, casi. Los abuelos, o mejor dicho, la abuela, queda fuera de concurso. Ya está en la época de los ruiditos y balbuceos, las risas repentinas, el no dejar de mirar las cosas alrededor y conocer día tras día un montón de cosas nuevas. Qué pena que no recordemos esta etapa de nuestra vida, en la que teníamos tanto por descubrir, tanto por llegar. Sin duda, lo mejor del día, es su momento: el baño. Verla reaccionar, moverse inquieta, sonreír, sacudirse en el agua, te saca una sonrisa de oreja a oreja. Decía una profesora de psicología, que les recuerda a la etapa de gestación, cuando no conocían otro medio más que el acuoso. Será por eso que son tan felices en el agua.

No quería decir mucho, porque esa foto habla por sí sola, pero hacía dos meses que no venía por aquí... 


y ya tocaba.



2 comentarios:

  1. Preciosas palabras para una preciosa niña. Con una reflexión que queda en una duda, un recuerdo sin memoria para la infancia que no espera...

    Un abrazo Pablo

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  2. En mi caso, con la memoria característica de los Almenar, creo que recordaría bien poco... :) gracias por dejarte caer por aquí, como siempre.

    Un abrazo Arturo.

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