martes, 22 de mayo de 2012

Nunca escribo a gusto de todos.

He hecho trampa.

No es que quiera hacer publicidad a Alejandra, que como bien dice que debemos guiarnos por nuestras propias ideas, pero es que me ha dado por pensar un rato en ello, y mira por dónde he decidido escribir algo sobre el tema. Ahí es cuando he tenido que hacer trampas, lo reconozco. Ya se sabe que es antes el huevo que la gallina, y que en este rincón es primero la imagen y luego las letras. Bueno, pues en este caso ha sido al revés: primero la idea, después la imagen. Pensar en qué imagen podría representarla, y plasmarla en una foto. Con ella y tirando de retoque digital, ha quedado algo así.




Como dejaba caer, Alejandra se ha hecho un blog. Dice, aún no habiendo escrito nada, que "ya es otra". Al principio de crear yo este, también fue un extra de motivación para pensar y reflexionar sobre temas que fueran surgiendo. Con el tiempo vi que no es tan fácil sentarse delante del ordenador a teclear un texto coherente y con ideas mías. De ahí, que de una entrada a otra haya llegado a pasar más de un mes en alguna ocasión. Pero bueno, espero seguir viniendo por aquí de vez en cuando.

Las ideas pocas veces son originales, de uno mismo, muchas veces se basan en creencias adoptadas, en pensamientos de otros asimilados y hechos propios. Hace dos viernes, por la calle Colón, me encontré con una manifestación de estas que convocan casi a diario últimamente. Pancartas y carteles de diversos sectores, reclamando sus intereses, bajo lemas y emblemas nuevos y de los ya conocidos. Crucé la calle en busca de la parada de bicis, y en la acera me topé con cuatro niñas de doce o trece años, que ondeaban una bandera de la república. Me hubiese dado igual que fuera de la república que una con el escudo franquista: ¿por qué gritaban enardecidas sujetando ese asta?. No me pude contener, y les espeté "no sabéis ni lo que significa esa bandera", me miraron, dijeron algo que preferí no escuchar, y seguí mi camino.

Ahora mismo no tengo el curriculum de secundaria a mano, pero dudo que a esa edad conozcan bien qué vivió España en esa época, tanto en la republicana como en la que Franco dictaba el rumbo del país. Lo que no dudo es que no han vivido en persona ni una ni la otra forma de política. Por lo tanto, esa bandera la llevaban o porque está de moda, o por influencia de padres, amigos o quien sea. Enarbolaban una idea seguramente desconocida, lo que me parece triste. No triste de vergüenza, sino de pena, pensar que se dejan llevar por lo que dice su entorno. Quizá me equivoque, y son capaces de discernir qué diferencias tenía cada bando, qué beneficios y desastres acarreaba cada estilo, pero permitidme que tenga mis reservas hacia ello.

Todo esto, porque los hombres y mujeres nacimos y somos libres de tener criterio propio. Nacemos con una personalidad por moldear con el paso de los años, las vivencias, los aprendizajes y las ideas, asimiladas y propias. Crecemos y las defendemos, las transformamos, las hacemos nuestras. Encajarán con las de algunos, chocarán con las de otros, pero no somos quiénes para censurar las ajenas. Unas veces hablaremos de ellas, y otras veces las escribiremos,


... pero seguro que nunca a gusto de todos.



jueves, 26 de abril de 2012

La foto que le debía.


Mañana cumple cuatro meses, ¡caray, qué mayor...! Y todavía no había traído por aquí su carita redonda, esa en la que resaltan los ojazos negros, heredados de su madre. Allá por el 27 de diciembre, el día que vino al mundo, dejé caer una estampa de sus manos, acompañadas por la de su padre y su abuela, pero sentía que le debía algo. Los que venís por aquí me conocéis bien, sabéis que soy el tío más orgulloso del mundo, no hay otro. Pronto, el padrino más afortunado, jamás habrá otro con mayor suerte. Quién si no lo va a decir, ¿verdad? 

Pero es que al verla cada vez un poquito más grande, más despierta, más personita, a uno se le cae la baba. No tanto como a papá y mamá, que no tienen ojos más que para ella, pero casi, casi. Los abuelos, o mejor dicho, la abuela, queda fuera de concurso. Ya está en la época de los ruiditos y balbuceos, las risas repentinas, el no dejar de mirar las cosas alrededor y conocer día tras día un montón de cosas nuevas. Qué pena que no recordemos esta etapa de nuestra vida, en la que teníamos tanto por descubrir, tanto por llegar. Sin duda, lo mejor del día, es su momento: el baño. Verla reaccionar, moverse inquieta, sonreír, sacudirse en el agua, te saca una sonrisa de oreja a oreja. Decía una profesora de psicología, que les recuerda a la etapa de gestación, cuando no conocían otro medio más que el acuoso. Será por eso que son tan felices en el agua.

No quería decir mucho, porque esa foto habla por sí sola, pero hacía dos meses que no venía por aquí... 


y ya tocaba.



miércoles, 22 de febrero de 2012

¡Las manos, arriba!


Mientras el ambiente se caldeaba por Valencia, este fin de semana tuve la posibilidad de pasar un fin de semana de esos que merece la pena vivir. Amigos, amigas, senderismo, juegos de mesa, un poquito de ron y sobre todo calma, mucha calma. 

Villahermosa del Río, en la provincia de Castellón, es un pueblo alejado de las grandes ciudades. Sumergida entre los pinos de la Sierra del Maestrazgo, brinda al visitante un lugar donde descansar y disfrutar del silencio y las noches estrelladas. La casa rural está incluso más apartada, senda forestal adentro, con vistas a un inmenso valle lleno de pinares frondosos. Por la noche, salir a la terraza era contemplar el lienzo más grande y hermoso que pueda verse en la tierra: una noche abierta sin luna, llena de estrellas titilantes en el cielo. Ya hablé en otra ocasión de sensaciones como esta en Viver, pero esta visión la superaba con creces. Pocas veces me he sentido tan pequeño como en esos momentos. Dentro, en la casa, esperaba el calor del fuego, pero merecía la pena recibir el aire fresco de la noche en la cara ante tal inmensidad.

El sábado, salida al monte, a estirar las piernas y charlar con los amigos. En algún tramo hasta recordé aquellos paseos por Galicia, mochila y guitarra a cuestas. La diferencia es grande, sí, pero comparten muchas similitudes. Bosques que conocer, pisadas por andar, metas por descubrir, compañías de las que disfrutar, momentos que compartir y recordar. A paso tranquilo, llegamos al lugar de esta foto, un riachuelo transparente y casi olvidado, con un puente estrecho hecho de troncos y tablas finas. 


Estar allí nos permitía olvidar por unas horas el bullicio de la ciudad. Y sin embargo, allí lejos, otros alzaban también sus manos, pero no encima de un puente de madera, con la sonrisa dibujada en sus labios. Al contrario, sus gestos eran de desaprobación y rabia, de impotencia, de enfado. Es inevitable hoy y aquí, hacer mención de eso que llaman la primavera valenciana, una revolución estudiantil que ha unido a las masas, sobre todo a las más jóvenes. Lo malo es que ha derivado en algo que no debería ocurrir, una oleada de detenciones y violencia difícil de digerir y superar. 

Unos culpan a la policía, y la tachan de violencia descontrolada. Las palabras de un cargo del cuerpo hirieron a la gente, pues equivocadamente lo etiquetó como el "enemigo". No es el enemigo, o no debería serlo jamás, pues es a quien debe proteger por encima de cualquier cosa. Pero también es cierto que puede ser el enemigo del enemigo: cuántos ciudadanos se habrán visto afectados por las manifestaciones. Tengo una amiga que trabaja enfrente de la estación de trenes, y nos contaba lo mal que lo pasaron la tarde de ayer sobre todo, con gente entrando a la tienda y la policía detrás.

Otros, defienden a capa y espada al cuerpo policial, y escriben por sus muros y tuits frases del estilo "si sabes que te van a pegar, ¿para qué te acercas?". Achacan todo el problema nada más a los manifestantes, que serán menores y mayores de edad, de todo hay.

Hoy por hoy, la reforma de la educación no me afecta directamente. El día de mañana, seguro que sí, esperemos que sea en cuatro años. Si algo puedo decir de todo esto es que jamás debería hacerse recorte presupuestario en cuestiones de educación o sanidad, porque son el presente y el futuro. Sin salud, ¿qué somos?. Sin educación, ¿qué seremos?. La situación es jodida, eso lo sabemos todos, pero los entresijos de la política tocan cables que se nos escapan, quizá ahí puedan ahorrarse algo, en vez de quedárselo... Lo que el ciudadano a pie de calle espera es que se cuide su salud y que se luche por educar a sus hijos, y a él mismo.

Así pues, dejemos de decir si tal o cual es bueno o malo. Si unos pegan porque los otros han empezado primero. Si otros hacen esto en respuesta a a los del otro bando. Los policías tienen hijos y una salud que cuidar, ¿verdad?. Pues deberíamos unirnos un poquito más, y atizarnos un poco menos. Reclamemos pacíficamente los derechos que queremos para nosotros y los que vienen detrás a quienes corresponde. 


A ver si la próxima vez levantamos las manos en puentes de madera, 
en vez de hacerlo para bajarlos y dar un sopapo al que está enfrente...



lunes, 30 de enero de 2012

Volver a sentirse un niño.


Hoy, he comenzado mi segunda semana haciendo las prácticas en el "cole", como le llamábamos cuando éramos niños. Estos de aquí arriba no sólo son los que me están enseñando cómo éramos nosotros de pequeños, sino también quienes me recuerdan aquellos tiempos pasados. Apenas hace dos décadas.

Volver a esas aulas trae a la memoria los dictados de Lengua y Valenciano, con los puntos, las comas y las tildes aquí y allá. Las operaciones con números de dos y tres cifras, las temidas divisiones y multiplicaciones. Las lecciones de geografía de nuestra comunidad y nuestro país, con sus ríos y montes. Las primeras frases simples en lengua extranjera, un inglés chapurreado que nos sonaba a chino. Las notas de los papás en la agenda para que las firmaran los profesores, y viceversa. Los juegos de educación física, donde nos creíamos atletas profesionales. Los trabajos en cartulina para exponer en la clase, llenos de recortes de periódico y letras en coloridos y retorcidos renglones. Las Marías, asignaturas como religión y plástica, que suponían poco esfuerzo para ser aprobadas.

Las escapadas a la papelera, para aparentar que sacábamos punta al lápiz, cuando lo que queríamos era charrar con el amiguete de turno. Los días sin recreo por habernos portado mal, mientras los demás bajaban al patio a chillar como posesos detrás de la pelota y saltando a la comba. La mochila más pesada que uno mismo, a reventar de deberes para casa. Los avioncitos y pajaritas de papel, que acababan volando por sobre nuestras cabezas. ¡Los negativos! Esas odiosas líneas rojas que parecían clavársete en la piel cuando el profesor te los encasquetaba por tal o cual motivo. Los momentos de salir a la pizarra y sentirse un dios tiza en mano, apuntando a quienes hablaban cuando el maestro se ausentaba un rato. Palito, palito y otro palito; que yo no he hablado, que yo no he sido, que voy y me chivo.

Anécdotas y más anécdotas que hemos vivido todos en la escuela. Entramos como niños, salimos como personas. Ahora empiezo a conocer mejor el otro lado, y me encanta. Quiero devolverle al cole lo que hizo por mi, tratando de sacar el niño que aún llevo, aunque escondido, dentro. Mientras tanto, aprenderé de ellos todo lo que pueda, y recordaré que hace años estuve ahí, donde ellos ahora.


Ya he empezado el camino para ser "el profe", ya queda menos para acabar. ¡A disfrutarlo!


jueves, 12 de enero de 2012

Prisas, muchas prisas.

Rápido, rápido, que hay que volver al temario.

Un descanso breve para cenar y de nuevo entramos en la sala. La biblioteca está a medio llenar, son las once y media, vamos, corre, que aún hay mucho que repasar. Una ojeada rápida al teléfono, unos tuits también veloces, dicen que hace una noche estupenda con una luna preciosa. Una, dos, cuatro y hasta seis menciones que casi llevan a la luna de Valencia a trending topic. ¿Cómo hubiese sido? ¿#ALaLunaDeValencia? Quién sabe. Miro por el ventanal, una pena, no se ve nada.

Tema tras tema, pasan los minutos rápidos, el tiempo arde, la cabeza no admite mucho más, pero hay que esforzarse. La sonrisa social, a los tres meses; el primer gateo, a los ocho; a los seis el balbuceo. Parece que volvemos a los seis meses, porque cuando hablamos lo hacemos con nervios, confundidos con tanta letra, ¡casi parecemos niños!

Al salir, más de dos horas después, hace horas que es de noche. Ellas dos me animan a acelerar un poco, porque hace frío, son buena compañía. Pero inspiro con calma y miro al cielo, ahí está, arriba, muy arriba. Con la chaqueta en la mano disfruto de la rápida estampa, mientras les oigo refunfuñar unos pasos más adelante. Pero a mi me gusta el frío, un rato, y la luna ilumina las antiguas torres de Quart. Rápido, rápido, saca el teléfono e inmortaliza la imagen. Siempre se ha dicho que la fotografía es un arte que merece calma, esto es lo opuesto a ello. Con un objetivo de tal número y equis milímetros, modificando la apertura del diafragma y la velocidad saldrá una foto maravillosa. Pero aquí no hay nada de eso, no será una fotografía para enmarcar. Sí que será un recuerdo.

Aprisa, al coche, que hay que irse a casa. Quizá no pensé que escribiría unas letras para el momento, y menos unas tan rápidas como esta, pero ha sido verla y en quince minutos, está hecho. Entre examen y examen, ¡ale, a la carrera!.


Las prisas no son buenas consejeras, pero también tienen sus cosas buenas.



martes, 27 de diciembre de 2011

Padre, hija, abuela.


¿Qué se puede decir ante una imagen como ésta?



Es injusto que falten las manos que más han cuidado esas manitas preciosas durante nueve meses. Pero no estaban lejos, apenas a medio metro. Descansando en la cama, mirando con media sonrisa cansada y feliz. Sólo ella puede sacar fuerzas de donde no las hay, superando los dolores y el peso del cuerpo agotado. Está como en otro mundo, fuera de nuestro alcance, donde seguramente el amor hacia una hija hace brotar la energía necesaria para superar las adversidades.

Desde la cama, de lado, ve a su niña con su padre, que con sonrisa boba aún trata de asimilar que es su hija, mientras coloca la manopla en la mano con cuidado. Qué fragilidad se siente, qué inocencia, qué alegría.

Luego se besan tiernamente, mamá y papá, y el mundo parece pararse en ese beso. Es suyo, les pertenece, nada ni nadie puede arrebatárselo. Ahora lo comparten con el mundo en forma de personita. Son, por fin, una familia. Mamá, papá, hija. Junto a ellos contemplan el marco los abuelos y tíos, emocionados, felices, uno más en la familia, y en Navidad.

Eso vería todo aquél que pase por la puerta, dos familias unidas en una nueva, tres generaciones en una misma habitación.

Así es el marco de esta imagen. Hoy apenas puedo escribir mucho más, porque como es injusto que falten esas manos, las palabras harían lo mismo con lo que siento.


Bienvenida, África. Te quiere, tu tío.


jueves, 15 de diciembre de 2011

El continente olvidado.

Paco, la persona con el corazón más grande que he conocido jamás. Hermano de sus hermanas, hijo amado de sus padres. Se fue hace mucho de casa lejos, muy lejos, al otro lado del charco, a vivir su vida. Abandonó la casa y el hogar para emigrar a tierras desconocidas y dejar todo por una llamada. Como ya dijo un gran amigo, no una llamada sólo de Dios, sino también del mundo. Respondió mochila al hombro, y allá se fue, en busca de quien le llamaba, a conocerlo cara a cara y a descubrirlo como es.

Dejó la comodidad y el calor de Valencia, por la calidez de los que le acogieron y le dieron una hamaca  de tela donde dormir.
Dejó a sus padres y hermanas, por los que sentía que eran sus hermanos, los más pobres.
Dejó sus pertenencias y bienes, por un macuto de lona y escasa ropa.
Dejó sus costumbres y cultura, por encontrarse y conocer nuevas vivencias y formas de vida.
Dejó sus libros y cuadernos, pero se llevó su memoria y los dos testamentos.
Dejó una puerta cerrada a formar una familia propia, por niños sin padres que le quieren como suyo.
Dejó todo esto y mucho más, por todo aquello que le dio Brasil.

Esperando a África...

Pero luego dejó Brasil, por Mozambique, en el que llama el continente olvidado: África. Y todo lo que dejó lo cambió por lo nuevo que llegaba una vez más. Mismo macuto, mismas ropas, mismos libros y más memorias, pero distinta familia. Pronto volverá de nuevo al Amazonas, y se reencontrará con lo que allí sembró.

Cuando algún día, un año de estos -que esperamos sea cuanto antes...- vuelva por Valencia por un tiempo, se encontrará con que la familia que forma ha crecido. Conocerá otra África, ésta más pequeña que la otra, pero frágil también, a su manera. Pero ésta África no será olvidada, ni mucho menos, pues tendrá dos padrazos como dos soles, y cuatro abuelos que se la comerán a besos y cariños, y 5 tíos que la cuidarán como si fuese su hija. Todo eso, y mucho más.

El mundo necesita más Áfricas como la recién nacida, felices y amadas. Pero también necesita conseguir que la otra, la vieja, colosal y casi olvidada, renazca de nuevo, amada y querida por todos.


Paco cuidará de ambas como si fuesen suyas.