Vigésimo primer día de Octubre de 2.011.
Hoy, por fin he decidido crear el blog que desde hace tiempo tenía en mente. No soy hombre de contar mis intimidades a cualquiera, ni docto en el arte de escribir, pero a veces hay cosas que siempre están bien compartir, y este puede ser un buen lugar.
Letras para una imagen, porque siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, y yo precisamente quiero ponerle algunas pocas a aquellas imágenes que capte en el día a día. En esta era de la tecnología, donde los teléfonos tienen mejores cámaras que las compactas que usábamos hace una década, se nos abre la oportunidad de capturar cualquier instante y poder compartirlo ipso facto en tantas redes sociales que nos rodean.
Pero en esos lugares las imágenes pasan desapercibidas entre muchas otras, y no sirven para pensar que, sean o no las capturas de una belleza y calidad incomparable, muestran un instante único e irrepetible, guardado en la memoria para ser almacenado.
No soy experto en fotografía, ni escritor experimentado, pero intentaré plasmar en cada entrada una imagen que crea interesante por cualquier motivo y relacionarlo a través del texto con ese momento concreto, con lo que ha venido antes y con lo que aún está por llegar.
La foto de fondo la hice en un viaje con la familia y tres amigos a Nueva York. El instante en el que apareció la niña, tan pequeña, en contraste con los colosales rascacielos, dio a la foto un nuevo sentido.
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